El burro de un campesino se cayó un día en un pozo oculto tras la maleza. El animal se quedó allí durante horas mientras su dueño trataba de encontrar una manera de rescatarlo. Finalmente y tras mucho cavilar, el hombre pensó que el animal estaba ya muy viejo y que, por otro lado, aquel pozo estaba seco, por lo que el esfuerzo que iba a tener que hacer para sacarlo de allí no valía la pena, que lo mejor sería tapar el foso para evitar más accidentes. Pidió ayuda a sus vecinos y comenzaron a tirar tierra al agujero. El burro, que llevaba un buen rato rebuznando, redobló sus quejidos y, después de varias horas, todos notaron que el animal se tranquilizó. El campesino se asomó y, sorprendido, vio que a cada palada que le arrojaba, el burro se sacudía la tierra de encima y daba un paso por encima de ella. De esta manera no tardó en alcanzar la boca del pozo y salir trotando del mismo. Su dueño lo miró y pensó en la lección que les acababa de dar: la vida va a arrojarte tierra por todos lados y el truco para salir siempre bien parado es sacudírtela y utilizarla para ascender un poco más hacia la salida. Cada uno de nuestros problemas es un escalón para seguir subiendo y podemos salir de los pozos más profundos si no nos damos por vencidos.
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