Un pobre, pero muy sabio, anciano chino estaba trabajando en el campo con su hijo, cuando éste se acercó a él muy triste:*¡Padre, qué desgracia tan grande, se nos ha escapado el caballo!*. Lejos de compadecerlo, el anciano le respondió: *¿Por qué le llamas desgracia? Esperemos a ver qué sucede*.
A los pocos días, el caballo había regresado y venía acompañado de otro. Rápidamente, el muchacho fue a ver a su padre y le dijo: *Qué suerte hemos tenido. Ahora tenemos dos caballos*. Pero el anciano, enigmático como siempre, le respondió: *¿Por qué crees que hemos tenido suerte? Esperemos*. El joven quiso montar el nuevo caballo y, no estando acostumbrado a llevar jinete, lo tiró al suelo rompiéndole la pierna. *Padre, qué desgracia, me he roto la pierna*, se lamentaba y su progenitor le dijo: *¿Por qué? Esperemos a ver qué sucede*.
El joven lo entendió todo cuando, a la semana siguiente, pasaron por el pueblo soldados enviados por el rey para reclutar tropas y, al verlo en tan lamentable estado, lo dejaron en casa. Y es que no hay nada absoluto, lo que creemos bueno puede convertirse en malo y viceversa. Sólo hay que confiar en que las cosas suceden con un fin positivo en nuestras vidas.
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