Un hombre había emprendido un largo viaje en compañía de su caballo y de sus asno. Mientras el caballo avanzaba ligero con el amo a cuestas, el asno apenas podía seguirles el paso porque le había tocado llevar toda la carga sobre su lomo. El pobre animal aguantó sin quejarse más de la mitrad del camino, por pedregales y zonas desérticas y bajo un sol de justicia. Sin embargo, hubo un momento en el que las fuerzas le fallaron y no pudo más.
El asno se paró y le suplicó al caballo: <<Amigo, ayúdame. Por lo que más quieras, lleva tú una parte de esta pesada carga>>. Pero el soberbio equino ni se dignó escuchar a su compañero de viaje y siguió adelante como si nada. Unos metros más allá, el asno cayó al suelo extenuado, casi sin respiración, y falleció a los pocos segundos. El dueño, enojado por aquel contratiempo, puso toda la carga sobre el caballo incluida la piel del asno, que desolló allí mismo, y montó para continuar su viaje. El caballo, lleno de rabia, comentó: <<¡Qué mala suerte tengo!. Por no querer ayudar a mi amigo el asno ahora me toca llevar toda la carga a mí solo>>.
Siempre hay que tender la mano a quienes piden ayuda. De no hacerlo así, el problema puede acabar siendo nuestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario