1 Baños calientes. Basta con solo media hora y son un verdadero alivio para nuestros pies. Únicamente necesitas agua caliente y un puñado de sal gorda.
2 Como una sauna finlandesa. Lo bueno es que solo debes limitarla a los pies. Se trata simplemente de alternar el agua caliente con agua bien fría. Primero haces un baño de pies normal y, después de unos minutos, los sumerges en agua helada. Has de repetir esta operación tres o cuatro veces. Esto mejorará muchísimo la circulación sanguínea.
3 Ejercicios. Puede ser sencillamente andar descalzo o de puntillas, ejercitar la articulación del tobillo o hacer rodar una pelota bajo el pie.
4 La piedra pómez, tu gran aliada. Es un artículo muy económico y fácil de encontrar. Por lo menos una vez a la semana, en la ducha o durante el baño de pies, debemos repasar con la piedra pómez todas las durezas y callos que encontremos. El complemento perfecto para esta operación es una breve sesión de masaje con aceite.
5 No solo limpios, también secos. Parece una obviedad, pero el peor enemigo de nuestros pies en la humedad. Y muchas veces somos nosotros mismos las que la provocamos, bien porque no nos secamos lo suficiente o porque sudamos en exceso por llevar un calzado inapropiado. ¡Con pies secos no hay riesgo de hongos!
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