Seguramente llevas varios meses esperándolo con ilusión. Y sin ánimo de chafarte los planes para el verano, es importante que recordemos los efectos nocivos de la exposición solar sobre nuestra piel. El abanico es muy amplio: desde una mayor propensión a las arrugas hasta el melanoma, pasando por úlceras o manchas e incluso problemas circulatorios.
La buena noticia es que muchos de estos efectos nocivos pueden evitarse con medidas sencillas y -esto es muy importante- con constancia.
Horas críticas: aquí no hay agujero de ozono que valga. Lo que tenemos que tener en cuenta es la intensidad con que recibimos la radiación solar (cuando los rayos caen de forma perpendicular). En España, el horario crítico es de 11 a 16 horas.
El sol que no se ve: la sensación de calor nos la dan los rayos infrarrojos, no los ultravioleta. Por eso, aunque esté nublado y las temperaturas descienda, no debemos confiarnos y descuidar la protección.
Ultravioletas de rebote: ocurre un poco como con el punto anterior. Incluso cuando estamos a la sombre, nos alcanza la radiación UV que se refleja en distintas superficies y en el suelo (enseguida pensamos en la nieve, pero la arena refleja entre un 5 y un 25% de la radiación, y la hierba un 3%).
Cuidarse desde dentro: la alimentación es el as en la manga de la protección ante la exposición solar. Frutas y verduras ricas en antioxidantes como la vitamina E, el betacaroteno, el licopeno o los polifenoles nos ayudarán a gestionar mejor el impacto de la radición ultravioleta. Zanahorias, tomates, granada, cítricos, fresas, pescado azul y, según los últimos estudios, el chocolate negro. ¿Necesitabas una excusa?
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