Un día, Jorgito entró a su casa dando patadas y gritando muy molesto: <<¡Papá, estoy muy enfadado con Pedrito! ¡Me ha humillado delante de mis amigos! ¡Ojalá le pase algo malo que le impida volver al colegio!>>, siguió exclamando el niño. Su padre, entonces, fue a buscar un saco de carbón que tenía en el garaje y lo sacó al jardín. <<Ven, Jorgito, ¿Ves aquella camisa de allí, en el tendedero? Imagínate que es Pedrito y que cada trozo de carbón es un mal pensamiento que va dirigido a él. Tírale todo el carbón del saco>>, le dijo. El niño se lo tomó como un juego y comenzó a tirar los carbones pero, como la camisa estaba lejos, pocos acertaron en el blanco. Cuando su padre volvió, le preguntó que cómo se sentía y el pequeño respondió: <<Cansado pero alegre. Le di a la camisa con algunos trozos>>. <<Ahora, acompáñame>>, le ordenó el padre, que puso al niño delante de un espejo. Jorgito se llevó un buen susto porque todo él estaba de color negro. <<Como has visto, la camisa ha quedado un poco sucia pero nada comparable a cómo has quedado tú. La lección, hijo mío, es que el mal que deseamos a otros nos vuelve siempre de forma multiplicada>>, le dijo, con la esperanza de que Jorgito se diera cuenta de que tener malos pensamientos es algo inútil, que acaba perjudicándonos.
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