Un joven fue a visitar al hombre más sabio del país con la esperanza de que le ayudase a resolver su problema. <<Maestro, vengo a usted porque nadie me valora. Dicen que soy un torpe, un tonto y que no sirvo para nada>>, le confesó apesadumbrado el muchacho.
Sin apenas mirarlo, el maestro le respondió: <<Lo siento mucho, no puedo serte de gran ayuda. Antes tengo que resolver mi propio problema. Si me echases una mano para vender este anillo, quizá luego pueda hacer algo por ti. No lo vendería por menos de una moneda de oro>>. El muchacho aceptó pensando que le sería fácil encontrar un comprador y con la pretensión de que el anciano le pudiese ayudar después a él.
Aunque recorrió todos los puestos de los mercaderes, no logró que ninguno ofreciera lo que pedía, por lo que volvió cabizbajo ante el hombre: <<No pude venderlo y creo que no soy capaz de engañar a nadie sobre el precio>>, le confesó. <<En eso tienes razón. Debemos saber cuánto vale realmente. Vete al joyero>>, sugirió el anciano. Y cuál fue su sorpresa cuando le ofreció ¡70 monedas de oro! De regreso, éste le dijo: <<Tú eres como ese anillo, una joya valiosa que sólo un experto sabe apreciar. No pierdas el tiempo con quien desconoce tu auténtica valía>>.
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