Había una vez un granjero que, en lugar de disfrutar de su trabajo y de las ventajas de vivir en medio del campo, sin los ruídos ni la contaminación característicos de la grandes ciudades, se pasaba el día estresado. No tenía un solo segundo para sentarse y descansar porque estaba a todas horas persiguiendo a sus gallinas, que se escapaban constantemente.
Un día, un señor que paseaba por los alrededores de la granja, al verlo con la lengua fuera y sudoroso tras las aves del corral le dijo: <<Perdone usted, ¿sabe que hay un agujero en la valla y es por ahí por donde se le están escapando las gallinas?>>. A lo que el granjero respondió, casi sin mirarle a la cara: <<Claro que lo sé, ¿y qué quiere que haga?>>. El caminante, sin salir de su asombro, pues la solución le parecía bien sencilla, le sugirió: <<Mire, ¿no cree que el problema estaría resuelto simplemente con arreglar el agujero?>>. Pero el estresado granjero le soltó: <<Pues claro que lo sé, pero no tengo tiempo, no ve que me paso todo el día persiguiendo a las dichosas gallinas>>.
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