Un señor que cogía el autobús habitualmente para ir al trabajo, veía subirse también cada día a una anciana que se sentaba junto a la ventana. Seguidamente, sacaba una bolsita y, durante todo el trayecto, tiraba cosas por la ventana. Un día no pudo aguantarse más y le preguntó qué era lo que hacía: <<Tiro semillas>>, respondió ella. <<Lo hago porque, cuando llegue la primavera, me gustaría mirar por esta misma ventana y ver flores durante todo el recorrido>>, continuó explicándose. <<Pero, es difícil que crezcan sobre el asfalto y que no acaben chafadas o convertidas en alimento de los pájaros>>, objetó el trabajador. Pero la señora, lejos de perder su ilusión, le contestó: <<Así es, pero algunas sobrevivirán y acabarán brotando>>. Transcurridos unos meses y, cuando aquel hombre miró por la ventana del autobús, vio que un montón de pequeñas pero bellísimas flores habían empezado a brotar al borde del camino. Entonces recordó a la abuela de las semillas, a quien hacía días que no veía. Preguntó por ella al conductor, quien le dijo que había fallecido sin ver su sueño hecho realidad. Y entonces pensó que igual que la semilla de belleza que ella sembró dio frutos, el futuro depende de nuestras acciones presentes. Así que si sembramos buenas semillas, los frutos serán igualmente buenos.
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