Florence Seibert (La mujer que cambió la cocina por un laboratorio e inventó el test de la tuberculosis)
La enfermedad literaria por excelencia es, sin duda, la tuberculosis, un mal que acabó con la vida de autores como Gustavo Adolfo Bécquer o Franz Kafka y que los escritores han utilizado recurrentemente en sus novelas para sembrar de dramatismo la vida y la muerte de sus personajes, como Margarita Gautier, de <<La dama de las camelias>>, de Alejandro Dumas -que Greta Garbo bordó en el cine con aquello de <<Nunca estoy más bella que cuando me estoy muriendo>>-; Violetta Valery, papel principal de la ópera <<La Traviata, de Verdi; Satine, la <<vedette>> de la película <<Moulin Rouge!>>, interpretada por Nicole Kidman...
¿Sabías que si los escritores románticos hubiesen nacido a mediados del siglo XX, probablemente, no habrían tratado en sus obras de esta enfermedad? Y es que, en los años 40, a la bioquímica norteamericana Florence Seibert, la tuberculosis no le parecía en absoluto poética y decidió hallar un método para erradicarla, a pesar de que, en aquella época, casi ninguna fémina pisaba un laboratorio de química. Pero ella no era una mujer cualquiera.
Nacida en Pennsylvania en 1897, a los 3 años contrajo la poliomielitis, por lo que tuvo que llevar hierros en las piernas y caminó toda su vida con una leve cojera. Pero sus problemas físicos no supusieron traba alguna para su desarrollo intelectual y, apasionada desde niña por las biografías de los investigadores médicos, Florence se licenció en Bioquímica en 1923. Enseguida, deslumbró a la comunidad científica con su método para evitar las infecciones por bacterias en inyecciones intravenosas. Pero, sin duda, su mayor éxito, fue lograr un modo infalible para diagnosticar la tuberculosis, que fue adoptado por la Organización Mundial de la Salud para la lucha contra este mal. Desde entonces, esta enfermedad casi ha desaparecido de las novelas y, en la vida real, se han salvado millones de vidas, gracias al trabajo de esta pionera.
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