La curiosidad que la mujer que hoy nos ocupa sintió durante su infancia por la naturaleza, las flores, el arte y los tejidos antiguos acabó convertida en auténtica pasión por la química y por desentrañar cómo eran el interior, invisible a simple vista, y las estructuras de biomoléculas como el colesterol, la penicilina, la vitamina B12 o la insulina, entre otras.
Dorothy Crowfoot-Hodgkin fue precoz en sus investigaciones y a la temprana edad de 10 años, lejos de jugar con muñecas o estudiar manuales de la perfecta ama de casa, que es lo que le tocaba por ser una niña bien inglesa, comenzó a hacer sus primeros experimentos en casa y a leer libros tan sesudos como <<La naturaleza de las cosas>>, escrito por el premio Nobel de Física William H. Bragg. Esa lectura le descubrió a Dorothy, con 16 años, una novedosa técnica llamada cristalografía de rayos X, que permitía <<ver>> los átomos y las moléculas del mundo que nos rodea. A la joven le pareció fascinante.
Después de estudiar en Oxford Ciencias Químicas, ya no abandonó la investigación y, a pesar de casarse y tener tres hijos, siempre confesó no sentir ningún remordimiento por continuar con su carrera científica: <<Me parecía que hacerlo era lo natural>>, decía. Y menos mal que lo hizo.
Sus descubrimientos más importantes fueron el de la estructura de la insulina y la de la vitamina B12. El primero sirvió de base para poder fabricar derivados de insulina que tienen aplicaciones en el tratamiento de la diabetes, y el segundo permitió sintetizar esta vitamina, implicada en la producción de glóbulos rojos y en el tratamiento de la anemia, en cantidades suficientes como para salvar vidas.
Dorothy recibió el Premio Nobel de Química en 1964, <<por la determinación de la estructura de muchas sustancias biológicas mediante los rayos X>>. El galardón se le otorgó en solitario, algo que sólo le había ocurrido a otra mujer científica en la historia de los premios. A los 54 años, fue la tercera mujer en ganar el Nobel de Química, por detrás de Marie Curie (1911) y la hija de ésta, Irène Joliot-Curie (1935).
Después de estudiar en Oxford Ciencias Químicas, ya no abandonó la investigación y, a pesar de casarse y tener tres hijos, siempre confesó no sentir ningún remordimiento por continuar con su carrera científica: <<Me parecía que hacerlo era lo natural>>, decía. Y menos mal que lo hizo.
Sus descubrimientos más importantes fueron el de la estructura de la insulina y la de la vitamina B12. El primero sirvió de base para poder fabricar derivados de insulina que tienen aplicaciones en el tratamiento de la diabetes, y el segundo permitió sintetizar esta vitamina, implicada en la producción de glóbulos rojos y en el tratamiento de la anemia, en cantidades suficientes como para salvar vidas.
Dorothy recibió el Premio Nobel de Química en 1964, <<por la determinación de la estructura de muchas sustancias biológicas mediante los rayos X>>. El galardón se le otorgó en solitario, algo que sólo le había ocurrido a otra mujer científica en la historia de los premios. A los 54 años, fue la tercera mujer en ganar el Nobel de Química, por detrás de Marie Curie (1911) y la hija de ésta, Irène Joliot-Curie (1935).
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