Un hombre disfrutaba de un relajante paseo por la playa y vio a otro hombre que, mientras caminaba por la orilla, iba recogiendo estrellas de mar y las lanzaba lejos, devolviéndolas a su hábitat. Intrigado por esta forma de actuar, se acercó a él, lo saludó y le preguntó qué estaba haciendo. <<Devuelvo estas estrellas de nuevo al océano, el lugar al que pertenecen>>, le contestó. <<Cuando baja la marea, quedan atrapadas en la arena y, si no las lanzo al mar, su muerte es más que segura>>, continuó explicándole.
<<Tienes razón -le comentó el hombre-, pero seguro que hay miles de estrellas de mar en la orilla de esta playa y te resultará imposible recogerlas todas. Además, esto mismo está sucediendo en miles de playas a lo largo de todo el planeta. ¡No te das cuenta de que tu esfuerzo no tiene ningún sentido, que por mucho que te esfuerces su destino es morir!>>.
Entonces, como si no oyera lo que aquel individuo le estaba contando, el salvador de estrellas de mar se agachó, recogió una más y la lanzó con todas sus fuerzas a las profundidades del océano respondiéndole: <<¡Para ésta sí ha tenido sentido!>>. La moraleja de esta historia es clara: cualquier gesto, por insignificante que parezca, vale la pena para hacer mejor el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario