Aunque en 1933, cuando tenía 12 años, se unió a la Liga de Muchachas Alemanas, que era el sector femenino juvenil del partido nazi, con el paso del tiempo, la joven que hoy nos ocupa descubrió, tal y como demostró la historia, que el Gobierno de Hitler era lo más destructivo, mortífero y cruel que podía existir. Tanto ella como su hermano, Hans, leyeron informes sobre las masacres de los judíos y las detenciones que la Gestapo llevaba a cabo contra cualquier persona que pensara diferente a lo que propugnaba el Gobierno, y por eso, en 1942, estando en la Univerdidad de Múnich, creó con Hans La Rosa Blanca, un grupo que se oponía al nazismo y que empezó a imprimir panfletos contra Hitler. La vida de esta asociación, que citaba en sus textos a la Biblia y a filósofos como Aristóteles y Platón, fue breve, pero mientras duró, removió las conciencias con los seis textos que distribuyó. El segundo, por ejemplo, empezaba así:<<¿Por qué el pueblo alemán no reacciona ante todos estos abominables crímenes?>>. Y el cuarto finalizaba con estas palabras: <<¡No vamos a quedarnos callados! Somos tu conciencia. ¡La Rosa Blanca no te dejará en paz!>>.
En febrero de 1943, Sophie se dispuso a repartir el sexto panfleto desde el edificio más alto del campus. Era una buena idea para distribuir más cantidad de un modo más rápido, pero muy mala para su seguridad. Un empleado del centro la identificó y llamó a la Gestapo, que no tardó en detenerla.
La acusaron de alta traición junto con su hermano, y durante el juicio, mantuvo una calma sorprendente. <<Alguien tenía que empezar esto. Lo que hicimos y escribimos es lo que piensa mucha gente, sólo que no se atreven a decirlo>>, declaró. Y añadió: <<Hice lo mejor que podía hacer por mi país, por eso no me arrepiento de mi conducta y asumiré las consecuencias>>. La joven fue ejecutada el 22 de febrero de 1943 y sus últimas palabras, antes de ser guillotinada, fueron: <<Sus cabezas también caerán>>.
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