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jueves, 19 de diciembre de 2013

Cómo la paranoia puede aliviar el sufrimiento y prevenir una catástrofe

   Cualquiera puede volverse paranoico -es decir, desarrollar una fantasía irracional de ser traicionado, burlado, explotado o lastimado-, pero estamos más expuestos si somos personas inseguras, si estamos desconectados o solos. Ante todo, las fantasías propias de este estado son una respuesta al sentimiento de que estamos siendo tratados con indiferencia.
   En otras palabras, las fantasías paranoides son perturbadoras, pero también son un mecanismo de defensa. Nos protegen de un desastre emocional mayor; a saber, el sentimiento de que nadie se preocupa por nosotros, de que no le importamos a nadie. El pensamiento de "Fulanito me ha traicionado" nos protege del más doloroso "Nadie piensa en mi". Y esta es una de las razones por las que muchos soldados acostumbran a sufrir paranoia.
   Con la edad disminuye la probabilidad de desarrollar desórdenes psicológicos graves, pero aumenta la de desarrollar alguna paranoia. En el hospital he oído a hombres y mujeres mayores quejándose sin parar: "Las enfermeras me quieren envenenar", "No he perdido mis gafas, está claro que me las ha robado mi  hija", "No me vas a creer, pero te lo juro: el teléfono de mi habitación está pinchado y leen todas mis cartas", " Por favor, llévame a casa, aquí no estoy a salvo". Y por supuesto que hay casos de abusos a gente mayor, engañados por la familia y maltratados por sus cuidadores, así que es importante prestar mucha atención a sus miedos. Pero, con demasiada frecuencia  -como los soldados en las trincheras-, cuando los ancianos se enfrentan a la muerte se sienten olvidados. Hombres y mujeres que en su día fueron atractivos e importantes se sienten cada vez más ignorados. Según mi experiencia, las fantasías paranoides son a menudo una respuesta a la indiferencia del mundo. El paranoico sabe que alguien está pensando en él.


por STEPHEN GROSZ

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