Aunque a muchas personas les gustaría que la pasión durara toda la vida, lo cierto es que la asiduidad, la convivencia y las tareas domésticas acaban por matar ese deseo que se convierte en angustia cuando no puede ser poseído. Nada asesina tanto el deseo como su consumación. La ilusión queda desvelada cuando se descubre que, en efecto, no solo se puede vivir sin el otro, sino, incluso, mejor. Entonces, el amor debe de ser algo más misterioso que la pasión cuando se prefiere permanecer al lado de alguien.
No obstante, el amor apasionado se añora. Quien lo ha vivido quisiera repetir, al menos una vez más. Quisiera sentir la exaltación de los sentidos, la sensación de encontrar la media naranja, de completarse junto a alguien especial, de realizar por fin la ilusión de la relación perfecta. Todo amor es de ausencia o de trascendencia, proclamaba Platón. Esa idea instalada en la mente de tantas personas conlleva una búsqueda obsesiva que se traduce en montones de intentos frustrados por culpa de no acabar de encontrar esa persona "especial". viven de la falta porque se acostumbraron a ella. Por el camino dejaron un reguero de opciones reales que menospreciaron porque a todas les faltaba algo. No sintieron la pasión deseada en su imaginario. Así descubrimos que la pasión, como el sexo, suele merodear más en la cabeza que en ninguna otra parte.
Actualmente es observable la dificultad de muchas personas para emparejarse. Es algo más que una moda pasajera. Es la certificación de que nuestras vidas afectivas no superan la prueba de la intimidad. Un buen medidor para observar la realización personal de una persona es la profundidad de las relaciones y contactos íntimos que mantiene, los sentimientos que se permite experimentar y la disposición a dar y recibir, a la reciprocidad. Tal proceso se enturbia muchas veces cuando aparece el síndrome de Anna Karenina.
por XAVIER GUIX
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